Antonio Lussich
Antonio Lussich nació el 23 de junio de 1848 y asiste al Colegio Alemán hasta los 14 años de edad. Su formación se enriquecerá con el tiempo, lecturas y viajes, adquiriendo una cultura tal que, entre otras cosas, le permitirá dominar cinco idiomas como su lengua nativa.
De ferviente filiación política blanca, se alista como soldado en las filas del ejército que Timoteo Aparicio levanta en 1870 contra el gobierno del General Lorenzo Batlle, y en la revolución Tricolor de 1872, donde participa en el combate de la zumaca Carolina con el vapor General Artigas.
En 1879 contrae matrimonio con Ángela Portillo, con quien tuvo 9 hijos (8 mujeres y 1 varón). Al morir su padre en 1889, Antonio y Manuel Lussich compran a sus hermanos las partes de la empresa naviera que heredaron, quedando Antonio con el 60% y Manuel con el 40%.
El 5 de octubre de 1896 adquiere 1.500 hectáreas en Punta Ballena e inicia su gran obra. En 1917 finalizan estas labores de remolque, lanchajes y salvamentos de la Casa Lussich, año en que su flota gris es adquirida por la actualmente denominada Administración Nacional de Puertos.
Fallece en 1928, a la edad de 80 años. Conforme a su deseo, fue sepultado en Punta Ballena, entre sus plantas y el rumor del mar.
El navegante
Antonio Lussich heredó de sus mayores la afición por el mar y el espíritu forjado por la lucha. Con su hermano Manuel fundó la afamada flota de salvataje que hiciera época en el Río de la Plata, en un período de más de cuarenta años. La empresa se fue desarrollando y en 1882 ya contaba con unas 15 goletas, queches y balandras y su primer vapor, el Plata, que sería famosísimo entre los Montevideanos por sus increíbles hazañas.
Nuevas lanchas y remolcadores serán adquiridos o construidos en el varadero de Lussich para cubrir crecientes necesidades. La afluencia de mayor número de buques al puerto de Montevideo hará necesario incrementar la flota de lanchas y remolcadores, incorporándose entonces otros vapores que también se harán célebres: Emperor, Atlántico, Huracán, y Powerful.
El prestigio que la empresa ganó por sus excelentes servicios a importadores, exportadores y armadores, alimentó su crecimiento, llegando a tener 15 vapores y remolcadores y 70 embarcaciones de carga.
A comienzos de este siglo abre una nueva actividad, estableciendo una línea de vapores para carga y pasajeros entre Montevideo, Maldonado y la Paloma, con los buques Tabare, Salvor y Cabo Polonio, sacando las lejanas tierras de Rocha de su aislamiento. Pero no fueron las actividades reseñadas las que dieron fama universal a la empresa Lussich, sino su activa participación en el salvamento de vidas, cargas y buques.
El Río de la Plata, de intenso tráfico y difícil navegación, era escenario de numerosos y trágicos naufragios. Por 1870 llegaban cerca de 1500 buques de ultramar a Montevideo, y el promedio de naufragios era de más de 4 y medio por mes. Estas cifras fueron aumentando a medida que crecía el movimiento marítimo.
Durante mucho tiempo Lussich fue la esperanza de los náufragos y la garantía de recuperación de los bienes en peligro. Son cientos las personas que le debieron la salvación de sus vidas, y son más de 200 los buques asistidos desde 1882 a 1917, siete por año, representando cuantiosos capitales.
Los salvatajes se iniciaron en 1884, cuando el vaporcito Plata salvó a pasajeros y tripulantes del transatlántico inglés “Hermes”. Muchos más lo siguieron: las barcas inglesas Mabel y Georgina, el vapor Amor, la torpedera argentina Rosales, el paquete brasileño Pelotas, el lugre inglés Kaffir Chief, los paquetes ingleses Muriel y Zarate, el francés San Martín, etc, todos buques auxiliados en esos años en el Plata, el Polonio, la Isla de Lobos o el Banco Inglés.
Cabe mencionar también el transatlántico francés Espagne salvado en la bahía de Río de Janeiro, el fallido intento del Corocoro en el Estrecho de Magallanes, el salvataje del Hazel Branch en Santa Catalina, el Hero, el Corunna, el Weybridge, etc. frente a las costas Argentinas y tantos barcos mas.
En las borrascosas noches de invierno, principalmente en lugares peligrosos, naufragaban grandes barcos extranjeros cuyos capitanes desconocían nuestras costas, ya sea por defecto de las cartas hidrográficas o en otros casos por la violencia de los temporales en lugares poco abrigados. La flota Lussich, con sus arriesgados tripulantes, acudía y hacía proezas en pleno mar, como lo consigna el mismo Lussich en su interesante libro “Naufragios célebres”.
La Flota Gris de Lussich, como se la conocía popularmente, ganó fama desde Río de Janeiro hasta el Estrecho de Magallanes, y condecoraciones de Inglaterra, Francia y España.
En oportunidad de entregar a Lussich una medalla de oro, en reconocimiento por servicios prestados, el Cónsul Inglés, dijo: "... Lussich dirigió personalmente, durante tres noches de rudos temporales el salvamento de esos pobres náufragos ... exponiendo su vida, y rehusando recibir recompensa ... Es de notarse que el gobierno que tengo el honor de representar en este acto, ha agraciado a muy pocas personas con esta medalla, siendo considerada en Inglaterra de sumo valor, según creo, es la única que se ha dado en Sudamérica..."
El poeta
De espíritu romántico y apasionado, Antonio Lussich también le cantó a la majestad del mar, a la belleza de nuestra tierra y al radiante poderío sol.
En 1870, con tan sólo 22 años de edad, se incorporó a la revolución de Timoteo Aparicio. La experiencia vivida fue recogida en el poema gauchesco "Los Tres Gauchos Orientales", que vio la luz en Buenos Aires en junio de 1872. La obra fue conocida por Hernández quien, seis meses después, publicó "Martín Fierro", poema cumbre de la poesía gauchesca. Esto llevo a Borges a decir "...Pienso que es indiscutible el derecho de los previos diálogos de Lussich a ser considerados un borrador del libro definitivo de José Hernández...".
En 1873 Lussich escribió otro poema, "El Matrero Luciano Santos", que también tuvo gran repercusión en nuestro medio.
Adquisición de Punta Ballena
Más de una vez, en las gratas recorridas por la valiosa posesión cuya dirección nos confió hace unos años, escuchamos de labios del Sr. Lussich la historia de cómo adquirió este trozo de tierra que pobló de árboles en forma copiosa y selecta.
Ayudado de su privilegiada memoria comenzaba contando que en el año 1896, había prometido a un grupo de periodistas, que cuando hiciera algún importante salvataje con la flota que poseía , los llevaría a recorrer Punta del Este. Casualmente ese año ocurrió el naufragio de un barco, al que no sin esfuerzos enormes consiguió salvar y cumpliendo la promesa hecha a un grupo de prestigiosos redactores de los principales diarios de Montevideo, alistó uno de los remolcadores y se embarcaron con él , Samuel Blixen, Arturo Brizuela entre otros.
La excursión no podía ser más agradable; el río ofrecía múltiples atractivos, pudiendo ir apreciando la costa Uruguaya, tan ondeante, tan sinuosa, hasta donde llegaban las olas para deshacerse en las arenas o golpear fuertemente en las rocas para transformarse en espuma. La pesca fue durante el viaje otro gran atractivo, pero ninguno, como la chispeante e ingeniosa verba de don Antonio y de Blixen. Después de varias horas de lento navegar llegaron a Punta del Este, cuyos encantos naturales ya eran conocidos a pesar de que ni el ferrocarril ni los caminos lo hicieran accesible al turismo, entonces incipiente.
Aún estaba desierta la que es hoy una de las localidades veraniegas más concurridas del Río de la Plata. Sus contadas casas tenían su techo de zinc o de paja; sus paredes de barro cocido, su piso de tierra. Allí se encontraba don Pedro Risso, alma mater del lugar, quien les brindó hospedaje invitándolos más tarde a degustar una comida típica. Accedieron gustosos y se preparó el paseo.
Al llegar al paraje señalado los atrajo la grandiosidad de las grutas, el mar, las sierras y las arenas. Samuel Blixen, ante la contemplación de tanta maravilla no pudo menos que exclamar: "Esto es una revelación...", en tanto que el señor Lussich le replicaba con estudiado escepticismo: "Pues a mí me parece poca cosa", explicándole los motivos que tenía para considerarla así y tratando de no darle más importancia a todo lo que veían asombrados. Entonces Blixen, un tanto amostazado, le dijo: "Se conoce que usted no es artista". Se cambió de tema. Se almorzó alegremente. Risso, siempre tan comunicativo, contó que se iban a vender esas tierras y que ya había varios interesados, él entre otros, a lo que dijo Antonio Lussich: "Yo no daría ni un céntimo por todo". Volvieron a Punta del Este.
Estando en Punta del Este Don Antonio Lussich averiguó el nombre del entonces dueño de Punta Ballena, fingió una dolencia que no podría disipar y anunció su precipitado viaje a Montevideo. Naturalmente que Samuel Blixen y sus colegas de periodismo insistieron en acompañarle pero les prometió formalmente regresar pronto recomendándolos en forma especial al Sr. Risso.
"El Huracán" se hizo a la mar. Llegó el Sr. Lussich a Montevideo y entabló la compra de esa propiedad.
Ofreció pocos miles de pesos por estas tierras al parecer estériles y poco propicias para cualquier industria u aplicación práctica. La oferta se discutió y hubo de aumentarse y por fin se concretó. Después de varios días, volvió "El Huracán" a Punta del Este y regresaron todos a Montevideo.
No había pasado una semana cuando el Antonio Lussich llamó por teléfono a Samuel Blixen y radiante de alegría le anunció que acababa de comprar Punta Ballena, firmando la escritura que extendió don Manuel Alonso. Es de imaginarse la sorpresa del señor Blixen, a quien Lussich, precisamente, le habia discutido respecto de los encantos de estos lugares en el viaje descripto anteriormente.
La cración del bosque
Es interesante, para el mejor estudio de la zona, conocer el origen geológico y el valor litológico de la sierra de la Ballena, elevación rocosa que en forma de larga cadena se extiende de norte a sur para terminar en la conocida Punta poblada de grutas.
Las arenas al parecer estériles e improductivas y las sierras pobladas de chilcas, espadañas, caraguataes y otras malezas, apenas matizadas por algunos árboles indígenas, ocupaban la mayor parte de esa posesión. En los bañados rodeados de juncales, diversas zanjas y hongales o dunas, solían verse algunas especies vegetales muy rústicas.
Pero llegó un hombre de voluntad férrea, de espíritu EMPRENDEDOR.
Dejó su flota en la costa, desembarcó pleno de optimismo, escudriñó los escondidos tesoros de la comarca y con clara visión sembró.
Antes de comenzar su obra, que data de 1896 consultó a los mejores botánicos y todos coincidieron en que debería plantar únicamente sobre la ladera Este. Pero Ángela, su esposa, ya había plantado los primeros árboles en la ladera oeste y florecieron tan bien que Lussich, alentado, continuó plantando de ese lado.
Cuando el bosque comenzó a tener aspecto de tal, invitó al erudito botánico Arrechavaleta (que diez años atrás le había expresado que era una utopía plantar en Punta Ballena) y mostrándole su obra le dijo irónicamente: "Como puede ver, seguí su consejo al pie de la letra..." El Técnico contestó asombrado: "Don Antonio, es este el mayor mentis dado a la ciencia".
Se rodeó de todos los hombres aptos de la comarca y sus cuadrillas de peones plantaron los primeros árboles, hicieron almácigos en cantidades fabulosas; removieron infectos llenos de víboras, y en todas partes donde se creía difícil que prosperara una especie vegetal, allí mismo se plantaba y crecía con dificultades hasta que por fin arraigaba.
Otras veces para plantar en los bañados, los peones con el agua por la cintura, tenían que hacer montículos u hornitos de tierra y sobre ellos colocar la plantita, pues de lo contrario era perderlo todo inútilmente.
Cuando se ordenaba la plantación en pleno cerro ya se recurría al sistema de siembra al voleo después de una abundante lluvia o se abrían pozos entre las rocas, utilizando fuertes barras de hierro, picos o pólvora. Fue para uno de estos casos, que el señor Lussich adquirió cierta cantidad de explosivo allá por el año 1897, cuando la guerra fratricida amenazaba la ruina del país y hubo de costarle largas gestiones ante las autoridades para el despacho y traslado de ese material, por sospecharse que pudiera ser aprovechado en la contienda...
¡Cuan diferente era su aplicación!. Esa pólvora iba a abrir la sierra escarpada para en ella depositar la simiente o el árbol fecundos, en vez de servir para desbastar pueblos.
Es indudable que esa obra no fue de un día; es lógico pensar que los esfuerzos y los gastos menudearon y que cuando fracasaba un plantío se iniciaba otro para sustituir al primero.
Gracias a ello hoy conviven, en pacífica armonía pinos de Japón con pinos de México y de Jerusalén, Cedros del Líbano y del Himalaya, el árbol del plata, del sur de África, con el árbol de oro (Gingko biloba) de Japón, el sauce criollo y el álamo de Carolina, la casuarina suberosa de la India con la Thuya Gingantea de EE.UU. , la Pindo indígena, con las cycas revolutas de Asia, entre otros.
Según Ernesto Villegas Suárez, que fuera su administrador, son tantas las especies y dentro de estas, tan grande el numero de variedades allí representadas, " que para su clasificación integra seria necesario dedicar muchos mas años a la investigación".
Esa armónica convivencia de árboles de los lugares y climas más disímiles, sugirió al poeta franco-uruguayo Jules Supervielle bautizar al bosque como "la encrucijada de las antípodas".
El bosque presenta, además la particularidad de albergar plantas y árboles que florecen en distintas épocas del año, asegurando así el permanente colorido, incluso en invierno.
Sus millares de orquídeas, ofrecían un espectáculo increíble. Coincidiendo con su amigo, el escultor José Luis Zorrilla de San Martín, para quien "un bosque sin pájaros es como una flor sin perfume", Lussich lo trajo de todos los rincones del mundo.
Para que el bosque no fuera una selva impenetrable, se hicieron caminos y senderos que lo atravesaban en todas las direcciones. Este maravilloso bosque de ochocientas hectáreas, sugirió a un ilustre visitante de Punta Ballena la siguiente frase: "Un famoso poeta norteamericano escribió "El Paraíso perdido", el cual Lussich encontró.
Un hecho significativo a recordar: Lussich comenzó el bosque a los 50 años, cuando el índice de vida no superaba los 55. Ello explica que cuando lo recorría, acompañado de su hijo menor, Milton, comentara a este: "lo que hoy estamos viendo, hijo mío, mañana será un gran bosque que tu podrás disfrutar... yo no".
Pero el destino dispuso que las cosas ocurrieran de otra manera.
En 1921 el Presidente Baltasar Brum conoció a Milton en Punta Ballena y quedó cautivado con su simpatía. Es por ello que cuando regresó a Montevideo, le solicitó permiso para dar una vuelta en un avión militar quién la autorizó rápidamente. Desdichadamente el aparato cayó a tierra y Milton falleció en el acto.
Apenas tenía veintiún años.
Trágico destino
Quién podría pensar que el bosque creado por Lussich y que le cubrió de gloria, sería también la simiente indirecta de su mayor tristeza: la muerte de su único hijo varón.
Su gran dolor quedó reflejado en un acróstico, escrito el 15 de junio de 1921, cuya primera parte dice:
Milton querido, soñé que te veía
y que me abrazabas con filial ternura
Levantando la niebla de amargura
Terrible que tanto me afligía
Olvide del dolor la saña impía
Nutriéndome la fe de siempre verte
Alegre y arrogante, noble y fuerte
Nadando entre placeres juveniles!!
Todo fue una ilusión... sueños febriles...!
Oh destino cruel!! Que airada muerte!
El tesón, la constancia, en una obra de éstas, es decisivo. Así ocurrió.
Recopilación histórica compaginada por Ernesto Merzario. Toda reproducción debe ser consultada y aceptada según reglamentos vigentes