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Reportaje a la hija de Bonet


Reportaje a la hija de Bonet

Aunque a los catalanes no les causa mucha gracia que los llamen españoles, en el caso de María Victoria Bonet, hija del celebrado arquitecto, no se puede decir otra cosa más justa que definirla como una española: la simpatía inmediata, la redondez de sus gestos, la amplitud del vocabulario cuando se trata de explicar un hecho o un personaje. Cuando se le requiere una definición de su padre, no cuida un instante en retratarlo como “un hombre profundamente bueno, de ahí que fuera tan sensible, porque son dos cualidades que se suelen dar la mano”. La señora Bonet sabe cabalmente lo que su apellido representa para el mundo de los arquitectos y de la arquitectura, un mundo que ella conoce muy bien no solamente por ser hija de quién es sino porque estudió arquitectura hasta muy avanzados los cursos, pero no terminó la carrera.

Como en casa

Ese conocimiento del terreno de la creación arquitectónica se amplió como una arquitecta más ya que trabajó con su padre en su estudio de Barcelona hasta hace unos pocos años, cuando decidió cerrarlo porque él se quiso retirar y había que respetar esa decisión. La expresión de cierta tristeza que ponía mientras el intendente Arana inauguraba la exposición Bonet en el Atrio Municipal, hace pensar que Victoria debe de haber sido muy compañera del maestro, “muy compañera, lo acompañé siempre que pude, y por eso lo extraño tanto”.
También lamenta no haber estado en los años de urbanización de la Ballena porque era una bebita, pero en cambio si recuerda uno de los viajes más dolorosos de su padre: “Fue cuando vinimos al Uruguay a vender la Rinconada, la casa que mi padre se había construido en Punta Ballena, y que estaba destrozada. Tan es así que mi padre no quiso ir hasta Maldonado a verla, no quería presenciar el deterioro, y todos los trámites se hicieron desde Montevideo, sin pisar Punta Ballena”. Según cuenta Victoria, ese deterioro se debía a que la célebre casa “había sido refugio de guerrilleros, la habían tomado para esconderse, y es mejor no imaginar el estado calamitoso en que se encontraba”. Urgida por los requerimientos de la inauguración donde también dirigió unas palabras a todos los uruguayos, Victoria Bonet tiene tiempo, antes de llegar hasta el micrófono, de desplegar una reflexión que comparte con su padre, que siempre la tenía flor en boca:”Los personajes necesitan un lugar par lucir, para destellar. Los hombres sólo aspiran a un buen lugar para vivir”.
Admiración y respeto es parte del cálido recuerdo de la hija por su célebre padre, al que acompañó en todos los momentos. Descansando en el Atrio de la intendencia en el famoso sillón BKF, o silla africana.

Recopilación histórica compaginada por Ernesto Merzario. Toda reproducción debe ser consultada y aceptada según reglamentos vigentes